Uno de los capítulos más importantes en materia de transición energética es la transformación de la movilidad, cuyo máximo exponente es la sustitución del vehículo con motor de combustión por un coche eléctrico. En los últimos años se ha producido una mejora sustancial de la tecnología, lo cual ha permitido reducir drásticamente los precios de los vehículos eléctricos y, por tanto, otorgar una mayor accesibilidad al público general.
Siendo conscientes de la importancia de un buen análisis desde el punto de vista de la tecnología (le dedicaremos en breve un post sobre este asunto, revisando entre otras cosas el papel del almacenamiento energético y las cosas que a Elon Musk le rondan por la cabeza), el objetivo de hoy es mostrar la incompatibilidad entre un desarrollo fuerte del coche eléctrico pero apoyado por una generación basada fundamentalmente en la quema de combustibles fósiles: desde el carbón hasta el fuel oil pasando por el gas.
Tomando en consideración el objetivo de reducción neta de emisiones de gases contaminantes, un primer paso es eliminar las emisiones producidas por la combustión de los vehículos del tipo que sea. Pero como puede verse en el siguiente gráfico, ya se ha producido una espectacular reducción de emisiones en los últimos años, en algunos de los casos por encima del 80% desde 1995.
Con lo cual, vistos los datos, una parte importante del esfuerzo ya se ha realizado, más aún cuando los nuevos vehículos tanto diesel como gasolina son cada vez más eficientes, han reducido significativamente los consumos de combustible y, por ende, la cantidad de CO2 emitida a la atmósfera. Este esfuerzo se está realizando con cargo a los bolsillos de los usuarios y con no despreciables cantidades de dinero público invertidos en planes de fomento del vehículo eléctrico y en proveer de la infraestructura necesaria para su funcionamiento como es la red de puntos de recarga.
Sin embargo, mientras se reduce la aportación de las emisiones por parte de los vehículos, se mantienen o incluso aumentan las emisiones procedentes del actual mix energético fuertemente dependiente de los combustibles fósiles como el carbón o el fuel óleo. Concretamente, según los cálculos de la Agencia Europea del Medioambiente, el 30% de las emisiones procede de la producción de energía mientras que el 20% proviene del transporte (sobre todo aéreo) y el 15% del consumo familiar, donde se encuentra el uso del automóvil particular.
El coche eléctrico en las islas: empezando la casa por el tejado
Por tanto, ¿qué sentido tiene hacer un importante esfuerzo en el fomento del vehículo eléctrico mientras que se mantiene un parque de generación fuertemente contaminante? He aquí la contradicción que se manifiesta especialmente en lugares como las Islas que son sistemas aislados o débilmente interconectados que dependen de los combustibles fósiles para garantizar el suministro.
En ellos, el fomento del coche eléctrico ha ido antes de la renovación del parque de generación térmico y, concretamente, de su progresiva sustitución por energías renovables. Se ha empezado la casa por el tejado. Evidentemente, no es una buena noticia ni para las economías insulares ni tampoco para los bolsillos de los ciudadanos que serán los más perjudicados, primero, por la incluso prohibición del coche diésel y, segundo, por comprar un vehículo que quizá no les pueda ser útil.
¿A qué industrias favorece realmente el coche eléctrico?
Finalmente, hay que tener en cuenta que el coche eléctrico es un producto de una industria y de unas empresas que tienen una cuenta de resultados y un plan de marketing y ventas. Todo ello es perfectamente legítimo y no hay nada que objetar puesto que esa es la ley del mercado y funciona igual para todos. O mejor dicho, debería funcionar igual para todos. Porque si se regula de una forma muy intervencionista en base a la oleada de ideología medioambientalista, entonces se estarán otorgando unos privilegios comerciales desproporcionados a unas industrias frente a otras.
No es la primera vez que esto ocurre ni será la última, pero conviene recordar que aunque estemos de acuerdo con Schumpeter en lo de la destrucción creativa, dado que lo que se va a destruir en esta ocasión es fundamentalmente una industria europea, a favor de otras fundamentalmente norteamericana y china, nos deberíamos pensar la velocidad a la que queremos hacer la transición.
Los fabricantes del coche eléctrico no son hermanas de la caridad ni benefactores de la Humanidad.
Y nuestros animosos legisladores deberían tenerlo en cuenta.