En la generación eléctrica, al hablar de la reducción de emisiones de carbono, no debemos olvidar que la energía nuclear es la única tecnología disponible, baja en carbono, y con una elevada capacidad de producción.
El profesor Pinker se pregunta, si esto es así ¿porque los países occidentales van por el camino equivocado?, y se responde por los factores psicológicos – el temor al envenenamiento, la facilidad para imaginar catástrofes, la desconfianza hacia lo desconocido y artificial- que han sido amplificados por el movimiento verde tradicional y sus partidarios dudosamente «progresistas». Afirma que, con el cambio climático, quienes más saben son quienes más se asustan, pero en cambio con la energía nuclear, quienes más saben son los que menos se asustan.
La cuarta generación de la energía nuclear
Nos plantea que para que la energía nuclear desempeñe un papel transformador en la descarbonización tendrá que saltar la tecnología de segunda generación de los reactores de agua ligera, la tercera, con mejoras en la seguridad y la eficiencia, y poner la vista y los recursos en los novedosos de cuarta generación, que prometen convertir las centrales nucleares en una mercancía producida en serie.
Los generadores de cuarta generación podrán fabricarse en una línea de montaje, al igual que sucede actualmente con los motores a reacción, podrán transportarse por ferrocarril e instalarse en barcazas aisladas lejos de las ciudades salvando así el obstáculo de «no en el patio de mi casa», pudiendo capear terremotos o tsunamis , y ser remolcados al final de su vida útil para su desmantelamiento. Su diseño también permitirá que puedan ser enterrados y operados bajo tierra, con diversas alternativas de refrigeración, con nuevas formas de realimentarse, con capacidad para co-generar hidrógeno (el más limpio de los combustibles) y diseñados para apagarse sin energía auxiliar ni intervención humana en caso de sobrecalentamiento. Se alimentarán con materiales relativamente abundantes como el torio o el uranio extraído del agua marina, de las armas nucleares desmanteladas y de los residuos de los reactores existentes (uno de los problemas de nuestras centrales actuales).
El futuro de la energía nuclear: atado con cinta reguladora verde
En este futuro, los beneficios de la energía nuclear son incalculables. Una fuente de energía más barata, más densa y más limpia que los combustibles fósiles no solo mitigaría el cambio climático, ayudaría a los países en desarrollo a saltarse pasos en la escalera energética evitando que su desarrollo se produzca en base a nuevas emisiones. Facilitaría la desalinización del agua marina, un proceso voraz en términos energéticos, que reduciría la necesidad del agua superficial.
La investigación y el desarrollo necesitan además del estímulo empresarial el de los Gobiernos, y que su papel como regulador esté a la altura de los retos del síglo XXI, en lugar de la tecnofobia y el temor nuclear de los ’70. Algunas tecnologías nucleares de cuarta generación están listas, pero están atadas con cinta reguladora verde y puede que nunca vean la luz.
El éxito de la descarbonización dependerá del progreso tecnológico y no solo necesitará de avances en el campo nuclear, sino también en otras fronteras tecnológicas: baterías para almacenar la energía intermitente de las fuentes renovables; redes inteligentes para la distribución de electricidad; tecnologías que electrifiquen y descarbonicen los procesos industriales; biocombustibles líquidos y métodos de captación y almacenamiento de CO2.
Nos dice que el ecologismo ilustrado reconoce que los humanos necesitan usar energía para salir de la pobreza. Busca los medios para hacerlo con el menor daño al planeta y a los seres vivos. La historia sugiere que este ecologismo moderno, pragmático y humanista puede funcionar.