¿Estamos condenados a elegir entre crecimiento energético y medio ambiente? ¿Es el ‘homo economicus’ un depredador insaciable del planeta tierra? Muchos discursos responden con un rotundo ‘sí’ a estas preguntas. Sin embargo, conviene escapar del catastrofismo, y analizar los datos con frialdad y perspectiva. Esto es precisamente lo que se hace en el capítulo dedicado al medio ambiente del interesantísimo ensayo de Steven Pinker ‘En defensa de la ilustración: Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso’. Probablemente ya conozcan este título y a su autor.
En defensa de la ilustración, el último libro de Steven Pinker
Pinker, nacido en Montreal en 1954, es un psicólogo experimental al que el éxito de sus ensayos ha convertido en uno de los intelectuales más conocidos del planeta. Su última obra es una apología, como dice el subtítulo, de “la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso”, los ideales que han permitido al ser humano alcanzar cotas nunca vistas de bienestar y que, si no abandonamos, nos permitirán continuar por esa senda, pese a los discursos catastrofistas. Es un ensayo optimista, a la contra de los tiempos.
Ese espíritu, que tanto ha molestado a otros intelectuales que acusan a Pinker de ser simplemente un hábil defensor del libre mercado y el status quo, se manifiesta claramente en el capítulo que dedica al medio ambiente. Allí desenmascara “las profecías del día del juicio final medioambiental que jamás se han cumplido”, como el aumento desaforado de la población y el agotamiento de los recursos naturales.
La necesidad de un ecologismo ilustrado
Su tesis fundamental es que la protección ambiental es compatible con el crecimiento económico, siempre que tengamos claro la necesidad de un “ecologismo ilustrado”: “Al igual que no hemos de aceptar el relato de que la humanidad expolia inexorablemente la totalidad de su entorno, no debemos aceptar el relato de que la totalidad del entorno se recuperará bajo nuestras prácticas actuales. […] Existe un conjunto de hechos incuestionablemente alarmante: el efecto de los gases de efecto invernadero sobre el clima terrestre. [… ] La humanidad jamás se ha enfrentado a un problema de esta magnitud”.
¿Cómo solucionarlo? Pinker sabe que no es una tarea fácil, y pide medidas como la imposición de tasas a las emisiones de carbono y apostar con más fuerza por la innovación, bien sobre alternativas ya tangibles (como el almacenamiento masivo de las renovables) o en opciones todavía embrionarias. Pero sin catastrofismos ni revanchismos ideológicos: el cambio climático no es, como algunos defienden, una oportunidad para reestructurar radicalmente la economía mundial, sino un reto que hay que afrontar con confianza en la ciencia y la razón.
(Créditos de la imagen: Rose Lincoln / Harvard University)