En las últimas semanas, el Gobierno ha sometido a consulta pública varios borradores de proyectos legislativos que forman parte de lo que podemos denominar “estrategia para la transición energética”. Después de varios meses de espera, los consumidores y las empresas están conociendo los planes del Gobierno y pudiendo realizar sus observaciones. Es lo que ha hecho la Asociación para la Transición Energética, detallando su postura en torno a los hitos que se plantean y, sobre todo, discutiendo acerca del grado de realismo y adaptación de lo planteado por el Ministerio para la Transición Ecológica a la situación económica y social actual.
Así, abordamos el proceso de transición energética desde el punto de vista de ciudadanos, preocupados por los costes de la energía, la situación de dependencia energética de nuestro país y la escasa transparencia del actual sistema. Igualmente desde una posición de personas interesadas en participar y colaborar en los planes de futuro para este sector clave para cualquier desarrollo. En este sentido, creemos que la posición de España ante el consenso de los socios europeos (la cual se reflejará en el texto definitivo del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima – PNIEC a partir de esta consulta pública), debe estar basada en la capacidad real que tiene en este momento nuestro país para hacer una reconversión energética de sus estructuras económicas y sociales, de manera que no suponga una elevada carga que lastre el crecimiento económico y el desarrollo social.
Los dos puntos fundamentales del plan de transición energética español
El plan de transición energética español tiene que estar por encima de intereses espurios y consideraciones particulares de grupos de presión y se tiene que centrar en dos puntos fundamentales:
- cómo disponer de energía necesaria o suficiente en cada momento, a un precio competitivo para las empresas y asumible para el conjunto de la ciudadanía;
- y cómo disminuir el aporte a la atmósfera de gases de efecto invernadero.
Por ello, es necesario un equilibrio formado, por un lado, por el cumplimiento de los compromisos adquiridos a nivel europeo e internacional y, por otro lado, asegurar siempre y en todo momento el suministro energético al menor coste posible, tanto para el consumidor, como para el sistema en su conjunto. Debemos, por tanto, conciliar los deseos y máximas consensuados en los organismos internacionales con la realidad de un país como España que para seguir creciendo necesita de más energía sin dañar ni la competitividad de las empresas ni el bienestar de los ciudadanos. En ningún caso esto puede ser tomado como una disyuntiva que obligue a asumir un menor crecimiento y bienestar con tal de cumplir los objetivos de cambio climático y des-carbonización de la economía. Es, y debe ser, compatible hacer una cosa y la otra, más aún estando en medio de una revolución tecnológica, la cual no podemos hipotecar y frenar porque en ello se juega nuestro futuro. Cumplir con los objetivos señalados debe entenderse con el cumplimiento de los plazos que se han señalado y sin que suponga una carrera por llegar los primeros a su cumplimiento.
Transición energética para el futuro
Desde el punto de vista del ciudadano, la política energética no es un fin en sí misma sino una pieza más del engranaje socioeconómico que permite avanzar a las sociedades, especialmente en el mundo desarrollado. A juicio de nuestra Asociación, la energía es una palanca de crecimiento y un brazo articulador de actividad económica en los territorios y en los sectores y, por tanto, al tratarse de un insumo básico, es necesario buscar soluciones coste eficientes, que tengan en cuenta todos los costes, incluidas las externalidades (tanto sean estas positivas como negativas), y respetando el principio de neutralidad tecnológica, para incorporar un mayor valor añadido a la cadena de producción y, por tanto, redunde en mayores beneficios tanto para las empresas como para los consumidores.
Así, las políticas energéticas, medioambientales y de lucha contra el cambio climático, son los ejes sobre los que se desarrollará la evolución hacia una economía des-carbonizada y circular, pero sin perder de vista que tendrá que atender a mayores necesidades reales de suministro energético debido al consumo exigido por diferentes elementos que componen la actual “revolución digital”: blockchain, internet de las cosas, inteligencia artificial, big data, movilidad urbana… Es decir, las claves de futuro para las próximas décadas y probablemente muchas más que hoy ni imaginamos pero que con la velocidad a la que transcurre el cambio tecnológico estarán muy pronto presentes y será preciso desarrollarlas.
En la segunda entrada de esta serie, continuaremos con los comentarios al Plan, incidiendo en las cuestiones relativas al modelo económico.